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jueves, 5 de marzo de 2015

El mercurio: ¿No tan tóxico?

El mercurio: ¿No tan tóxico?

Nutrición: La contaminación no está solo en el aire que respiramos, también está presente en nuestra mesa. La mano negra del hombre hace que las bondades de la naturaleza se transformen en riesgos. 

Autor(es): Ángeles López

  •  Resumen



  • Los ácidos grasos omega 3 del pescado parecen contrarrestar el daño de este metal
  • Los expertos avalan los datos pero piden más evidencias para cambiar recomendaciones                                                                                                                                                             

  •  Introducción 

La contaminación no está solo en el aire que respiramos, también está presente en nuestra mesa. La mano negra del hombre hace que las bondades de la naturaleza se transformen en riesgos. Esto se ve claramente con el pescado y su alto contenido en mercurio, sobre todo en algunas especies, debido a los vertidos de la industria en los mares. Por este motivo, las autoridades sanitarias llevan años recomendando un consumo frecuente, pero moderado, y evitar la ingesta de ciertas especies como el atún o el pez espada durante el embarazo y los primeros años de vida. Pues bien, ahora la ciencia parece que empieza a cuestionar esto.

Un estudio, publicado en la revista American Journal of Clinical Nutrition, ha analizado la exposición a este metal procedente del consumo de pescado en 1.535 mujeres embarazadas de Seychelles, seleccionadas a lo largo de 30 años, y en sus hijos hasta los 20 meses de edad. A las gestantes, que comieron durante su embarazo una media de 8,5 peces a la semana, se les midió su nivel de metilmercurio (la forma más común de mercurio orgánico presente en la naturaleza) antes, durante y después de tener a sus bebés, a quienes también se les realizaron pruebas para evaluar su desarrollo neurocognitivo y capacidad motora.

Lo que se observó tras analizar los datos fue que no había ninguna relación entre la exposición a metilmercurio y el desarrollo neurocognitivo de los niños. De hecho, lo que sí se constató fue que los niños de madres con mayores niveles de ácidos grasos omega 3, presentes en el pescado, puntuaron mejor en ciertas pruebas neurológicas. En cambio, aquellos hijos cuyas madres presentaban una concentración en sangre más elevada de ácidos grasos omega 6, presentes en carnes y aceites vegetales como el de soja o el de palma, puntuaron más bajo en test que miden las habilidades motoras.

"Parece que la relación entre los nutrientes del pescado y el mercurio es mucho más compleja de lo que previamente se había pensado", ha señalado en un comunicado el principal investigador del estudio, Philip Davidson, profesor emérito en la Universidad de Rochester. «Estos resultados indican que un óptimo equilibrio entre las diferentes propiedades inflamatorias de los ácidos grasos puede ser el que promueva un adecuado desarrollo fetal y que estos mecanismos requieren más investigaciones", añade.

Para Edwin van Wijngaarden, coautor de este trabajo, "también es cada vez más claro que los beneficios del consumo de pescado pueden ser mayores, o incluso enmascarar, cualquier potencial efecto adverso del mercurio".

  •  Poca evidencia cientifica


La seriedad del grupo que ha realizado este estudio junto con la rigurosidad de su metodología son dos de los avales que destacan los expertos consultados por EL MUNDO que, no obstante, sostienen que este trabajo no es suficiente como para cambiar las actuales recomendaciones sobre el consumo de pescado.

De hecho, España, principal exportador de pescado a nivel comunitario, generó 57 notificaciones de alerta europea por contenido de mercurio en el pescado. Según un informe de Ecologistas en Acción, se han alcanzado valores de hasta 5,1 miligramos por kilo de pescado congelado en el caso del marrajo, procesado en nuestro país, superando con creces el nivel máximo permitido por la normativa comunitaria, entre un 0,5% y 1 mg/kg de este metal en productos pesqueros.

Pero el trabajo publicado hoy viene a poner sobre la mesa el debate de hasta qué punto la presencia de ese metal daña el desarrollo. "Uno de los mecanismos de neurotoxicidad del mercurio es a través de los procesos inflamatorios y justo el omega 3 tiene propiedades antiinflamatorias. Además, el DHA (un tipo de este ácido graso) es un potente precursor del neurodesarrollo que se transfiere en la lactancia materna", explica Jordi Julvez, investigador del Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental de Barcelona (CREAL). Por este motivo, señala, deberían llevarse a cabo más estudios como éste en España, para saber si se pueden extrapolar los resultados a nuestra población.

No obstante, a Julvez no le extraña que ciertos daños se puedan compensar por el efecto de otras sustancias. "Ocurre en la lactancia materna, en la que se transmiten neurotóxicos, como los organoclorados, pero se sigue recomendando prolongar el tiempo de lactancia materna porque los beneficios son mayores. Con el pescado puede pasar lo mismo". Sin embargo, a modo de precaución se recomienda no abusar de los grandes depredadores como el pez espada o el atún. "No se recomienda no comer otro tipo de peces, como el pescado azul pequeño, pues éste no contienen niveles altos de mercurio pero sí grasas buenas".

De hecho, tal y como reconoce J. J. Strain, de la Universidad de Ulster y otro de los autores del trabajo, las mujeres de Seychelles "consumieron en su mayoría peces de arrecife, de bajo contenido en metilmercurio, aunque a veces también tomaban atún, con mayor contenido. No obstante, debido a que las mujeres comieron mucho pescado, la exposición global a metilmercurio fue muy alta -mucho más que la mayoría de otras poblaciones dentro de Europa".

Para Jesús de la Osada, catedrático de Bioquímica de la Universidad de Zaragoza y miembro del CIBERobn, "el tema empieza a estar complicado. Quizás la placenta filtre el mercurio o tal vez sea el efecto del DHA. Además, si el efecto fuera directo, en Estados Unidos, donde el consumo de pescado es muy muy bajo no debería haber problemas neurocognitivos en el desarollo, y sí los hay".

Por otro lado, quedan cosas por esclarecer, señala de la Osada, que no son fáciles de analizar en estudios de intervención. "La protección de los omega 3 se ve en estudios de asociación pero cuando se trata de demostrarla en estudios de intervención es cuando llegan los problemas, porque estos ácidos grasos son muy inestables. Tampoco está claro la cantidad que debemos tomar de ellos. El metabolismo de estos ácidos grasos es muy complejo y tiene muchas interacciones con fármacos, por lo que es difícil de definir en un trabajo si en los resultados no han tenido influencia otros factores. Hay que hilar muy fino, pero la ciencia es así. Además, no sabemos si estos resultados se pueden extrapolar a otras poblaciones".

No obstante, Strain asegura que "no vemos ninguna razón por la que estos resultados no pueden traducirse a otras poblaciones, porque la dieta de Seychelles también es relativamente alta en frutas y verduras y cada vez es más occidentalizada".

Sin embargo, de la Osada concluye que este "trabajo no debe cambiar las recomendaciones de Sanidad pero abre una nueva frontera para ir pensando en esto".

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Traducción y resumen:  Dr. Rafael Perez Garcia vía EmergenMedHB  

  •  Referencias bibliográficas


                                    







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