El nacimiento de la medicina intensiva
Björn Aegen Ibsen: Reconocido por muchos como el padre de la Medicina Intensiva y la ventilación mecánica moderna. Quizá no nos suene porque no dio su nombre a ninguna técnica. Pero sí nos sonará la epidemia de polio de Copenhague.
Björn Aage Ibsen nació el 30 de agosto de 1915 en Copenhague. Estudió Medicina en esa misma ciudad, y se especializó en patología, cirugía, radiología y ginecología (ahí es nada) en el Jutland Hospital. También ganó un premio de bioquímica. En 1949 fue a formarse como anestesista en el Hospital General de Massachussets. Un año más tarde (sí, la especialidad se conseguía un poco más rápido que ahora) vuelve a Copenague como anestesista “freelance”.
Imagen 1: Björn Aagen Ibsen
En 1952, Mogens Bjomboe, director del Blegdams Fever Hospital, se enfrenta a un caso difícil: un bebé a punto de morir de tétanos. Recuerda a aquel joven anestesista que conoció en un barco rumbo a Massachussets, y le pide ayuda. Ibsen propone paralizar al bebé con curare y ventilarlo manualmente, y el niño mejora. Aunque el pequeño fallecería más tarde a causa de su enfermedad, Ibsen había aprendido mucho con ese caso: la ventilación mecánica está a punto de nacer.
Imagen 2: Antes de Ibsen, se utilizaban pulmones de acero que intentaban imitar la ventilación espontánea. No eran cómodos, y los cuidados de enfermería no resultaban especialmente fáciles.
En agosto de ese mismo año se declara en Copenhague una terrible epidemia de poliomielitis: casi 3000 afectados en 6 meses, en una ciudad de apenas 2 millones de habitantes, con más de 50 ingresos diarios en el hospital. Y únicamente contaban con siete respiradores de presión negativa: un “pulmón de acero” y seis respiradores tipo coraza.
Imagen 3: Pulmón de acero. Para que luego digan que las máscaras de ventilación no invasiva dan claustrofobia.
Imagen 4: Respirador tipo coraza. No necesitabas ni quitarte los tacones.
A pesar de mejorar la oxigenación, estos respiradores no impedían que los pacientes con polio perdieran progresivamente la consciencia y murieran. Ibsen fue el primero en sugerir que el problema era el exceso de CO2 en sangre, que hasta entonces se había interpretado como compensador de una alcalosis metabólica subyacente (¡uffff!).
El 26 de agosto de 1952 pasará para siempre a la historia de la Medicina. En el Blegdams Hospital vuelven a pedir ayuda a Ibsen: la situación les desborda. Su primera paciente será Vivi, una niña de 12 años a punto de morir de poliomielitis bulbar, a pesar de que intentaban ventilarla con un “pulmón de acero”. La incapacidad para toser que provoca la polio hacía inefectiva la terapia: Vivi estaba literalmente ahogándose por sus propias secreciones.
A pesar de la reticencia de algunos, Ibsen le realiza una traqueostomía e intenta ventilarla, pero no es posible. En ese momento el resto de médicos abandona la sala: lo dan todo por perdido. Entonces Ibsen decide sedarla con pentotal y descubre lo fácil que es ventilarla en ese estado. La niña mejoró muchísimo, pero empeoraba sustancialmente cada vez que intentaban pasarla de nuevo al pulmón de acero: la presión positiva había ganado.
Imagen 5: Una niña que sobrevivió a la polio. Moriría casi 20 años después, en 1971. Los médicos deberíamos haberle dedicado un monumento.
Ibsen enseñó a cirujanos, anestesistas y estudiantes de Medicina a ventilar manualmente y aspirar secreciones: más de 1500 voluntarios y 160.000 horas de ventilación manual que consiguieron reducir la mortalidad del 90 al 15%. Los pacientes fueron trasladados a una unidad especial (3 áreas de 35 camas): tal vez la primera Unidad de Cuidados Intensivos de la historia. Se calcula que en tres meses se salvaron más de 100 vidas. La noticia fue tan impactante que, poco después de la epidemia, ya se habían diseñado los primeros respiradores con presión positiva intermitente en Dinamarca, Inglaterra y Alemania.
En realidad, la historia no reconoce como UCI pionera a la del Blegdams Hospital, sino a la que el propio Ibsen puso en marcha en agosto de 1953 (este hombre todo lo hacía en agosto) en el Hospital Municipal de Copenhague. Inicialmente fue una unidad de recuperación postquirúrgica, pero al cabo de un año Ibsen admitía pacientes críticos con cualquier patología. Él mismo bautizó su sala como “unidad de terapia intensiva”. Médicos de todo el mundo viajaron a Copenague a aprender de primera mano los principios de la Medicina Intensiva.
Imagen 6: El Hospital Municipal de Copenhague
Más tarde, Ibsen se especializó en monitorización y tratamiento del dolor: un intensivista de lo más completo. Entre sus observaciones (nunca realizó ningún estudio con grupo control) destaca la monitorización de la perfusión periférica mediante la valoración del relleno capilar y la ingurgitación yugular, y el uso de resucitación volumétrica en el shock. Bueno, vale, también usaba vasodilatadores para tratar el shock, todo no se puede pedir… (de todas formas no os pongáis así, en el algoritmo de la Surviving Sepsis Campaign aparece la nitroglicerina para algunos casos…).
En 1958 fue coautor, con el noruego Tone Dahl Kvittingen, del primer libro conocido de Cuidados Intensivos: El trabajo en una unidad de “Observación Anestésica” (ya sé lo que estáis pensando, pero lo de diferenciarnos de los anestesistas llegaría más tarde…).
Aunque tampoco le propusieron para el Nobel (eso es porque a mí no me preguntan nunca) ganó numerosos premios y fue nombrado miembro honorífico de varias sociedades científicas, entre ellas el European Resucitation Council.
Bjorn Ibsen murió el 7 de agosto de 2007, cuando la Medicina Intensiva ya se encontraba en pleno desarrollo. En Dinamarca siguen celebrando actualmente el 26 de agosto como el “Bjorn Ibsen´s Day”.
Ibsen siempre defendió que su éxito se debía a la casualidad, y en parte tenía razón: si el intento de salvar a Vivi no hubiera salido bien, probablemente nadie le habría dado una segunda oportunidad. Pero como decía Pasteur, el azar solo favorece a los espíritus preparados.
Obviamente la epidemia de polio de 1952 y el trabajo de Ibsen marcarón el despegar de la ventilación a presión positiva, reforzada en ese momento por los avances aeroespaciales y la necesidad de oxigenar a los pilotos de gran altitud. Pero lo más curioso es que en Europa prácticamente fue hegemónica (hoy solo queda un grupo italiano que sigue defendiendo el uso de la presión negativa http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1746266/) y en USA convivieron ambos sistemas más tiempo.
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