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miércoles, 6 de junio de 2018

Intervención en crisis grupal sometido a una situación crítica

Intervención en crisis grupal sometido a una situación crítica 

Para catástrofes, desastres, catástrofes naturales, enfermedades o conflictos bélicos: Estas eventualidades afectan a muchas personas y el pánico, temor, incapacidades físicas o la inseguridad entre si mismos generarán una especie de crisis  que ameritará la intervención   grupal.

Autor(es): Recopilado por Dr. Rafael Perez Garcia
Enlace: www.reanimacion.net



  •  Resumen


  • Las víctimas de sucesos traumáticos pueden sufrir un estrés severo que puede dar lugar a un conjunto de síntomas disociativos y ansioso-depresivos. El trauma puede interferir negativamente en la calidad de vida de la persona y afectarle en su vida cotidiana y en las relaciones sociales. Si los síntomas se mantienen más allá del primer mes, puede desarrollarse un trastorno por estrés postraumático. 
  • La intervención en crisis tiene por objetivo crear un entorno seguro a la víctima y ofrecerle apoyo, así como evaluar las estrategias de afrontamiento y las redes de apoyo familiar y social de la víctima Sin embargo, es de gran interés establecer métodos de detección para identificar a las personas vulnerables y desarrollar programas terapéuticos tempranos. 
  • Los puntos abordados en la terapia incluyen la necesidad de corregir las creencias distorsionadas y de abordar las reacciones fóbicas y los sentimientos de culpa, así como de reorganizar la red de apoyo familiar y social. Se comentan en el artículo estos nuevos enfoques, así como los factores predictivos de recuperación y de fracaso terapéutico.                                                                                                                                                               



  •  Introducción 

Una víctima es todo ser humano que sufre un malestar emocional a causa del daño intencionado provocado por otro ser humano. Junto al elemento objetivo (el suceso traumático), hay un componente subjetivo (las emociones negativas). Estas reac- ciones emocionales (miedo intenso, depresión, rabia, sensación de inseguridad, problemas en las relaciones interpersonales, embotamiento afectivo, etc.) son muy variables de unas víctimas a otras. Hay casos, incluso, en que las víctimas pueden dotar a su vida de un nuevo significado e incluso desarrollar emociones positivas en situaciones muy estresantes (Pelechano, 2007; Tedeschi y Calhoun, 2004).


Sin embargo, lo más habitual es que los sucesos traumáticos desborden la capa- cidad de respuesta de una persona, que puede sentirse sobrepasada para hacer frente a las situaciones que se ve obligada a afrontar. En estos casos la persona es incapaz de adaptarse a la nueva situación y puede sentirse indefensa y perder la esperanza en el futuro, lo que le impide gobernar con éxito su propia vida y es fuente de problemas adicionales (malestar emocional, abuso del alcohol, dificulta- des en las relaciones interpersonales e interferencia negativa en la actividad laboral o académica). En general, el daño intencional tiene un impacto psicológico mucho más significativo en la víctima que los accidentes o los diversos tipos de catástrofes (Echeburúa, 2004; Fernández Liria y Rodríguez Vega, 2002).

La reacción de la víctima, según el paradigma de Lazarus y Folkman (1984), depende de parámetros objetivos relacionados con acontecimientos estresantes externos (tales como la intensidad, la duración y la acumulación de sucesos de vida estresantes), pero también de la evaluación cognitiva de la víctima en relación con los recursos psicológicos (intra e interpersonales) disponibles para hacer frente a los eventos estresantes.
Al margen de la evaluación cognitiva, la vulnerabilidad de la víctima para desa- rrollar reacciones negativas postraumáticas está relacionada con una fragilidad emo- cional previa, con una historia anterior de sucesos traumáticos, con la existencia de una psicopatología familiar, con la presencia de reacciones disociativas durante el suceso traumático y con la inexistencia de una red de apoyo familiar y social (Amor, Echeburúa, Corral, Zubizarreta y Sarasua, 2002; Echeburúa, 2007a).

En síntesis, el alcance del daño psicológico está mediado por la gravedad del suceso, el carácter inesperado del acontecimiento y el daño físico o grado de riesgo sufrido, la mayor o menor vulnerabilidad de la víctima, la posible concurrencia de otros problemas actuales (a nivel familiar y laboral, por ejemplo) y pasados (historia de victimización), el apoyo social existente y los recursos psicológicos de afrontamiento disponibles. 

Objetivamente una víctima va a serlo para siempre. Pero por lo que se refiere al componente subjetivo, que es el que resulta más significativo psicológicamente, las víctimas deben dejar de ser víctimas lo antes posible, como el depresivo o el cardiópata deben dejar de serlo. La identidad de víctima a perpetuidad es contra- producente porque prolonga el duelo de los afligidos y los lastra para comenzar un nuevo capítulo de su vida. De lo que se trata, en definitiva, es de que la víctima comience de nuevo a vivir y no meramente se resigne a sobrevivir (Rojas Marcos, 2002).

No todas las víctimas necesitan una terapia para salir adelante (McNally, 2007).

  •  Objetivos

El objetivo de este artículo es analizar los indicadores de intervención psicológica en víctimas de sucesos traumáticos, bien como programas de intervención en crisis o como intervenciones psicológicas más sistematizadas, así como plantear los objetivos propuestos y los tipos de tratamiento aconsejables.

  •  Situación crítica


 ¿Cómo evitar los problemas psicológicos en un grupo sometido a una situación crítica?
Existen dos escenarios de actuación en el lugar del acontecimiento ó eventualidad a la hora de asistir a una o varias víctimas y cada una lleva un protocolo de actuación diferente y resulta mucho mas fácil dirigir una operación de la intervención en crisis mientras el  “escenario” que planteamos es el individual. Sin embargo cuando ocurren desastres y catástrofes por fenómenos naturales, enfermedades o conflictos bélicos, estas eventualidades afectan a muchas personas y el pánico, temor, incapacidades físicas o la inseguridad entre si mismo generara una especie de crisis  que ameritará la intervención   grupal. En este artículo revisaremos los principios de la intervención en crisis con grupos.
La International Critical Incident Stress Foundation define 3 tipos de intervención en crisis grupales:
  1. Intervención en crisis con grupos pequeños (2 a 25 peronas)
  2. Intervención en crisis con grupos grandes (25 a 300 personas)
  3. Intervención en crisis con grupos masivos (300 a XXX personas)
Si bien el principio general de las intervenciones es el mismo, las diferencias esenciales por la cantidad de gente tienen que ver con el formato físico/práctico/logístico de la intervención y con el grado de “privacidad” y “homogeneidad” de los grupos a intervenir.
La privacidad tiene que ver con la posibilidad de compartir, conversar, resolver dudas, exponer temas y generar instancias que pueden ser emocionalmente más comprometedoras. Es lo que esencialmente define intervenciones másunidireccionales (solo los interventores hablan) o bidireccionales (se  produce un intercambio variable entre interventores y afectados)
La “homogeneidad” tiene que ver con la similitud y cercanía de las personas que componen al grupo.  Comúnmente el elemento en común entre los afectados es el evento por el cual se realiza la intervención, el accidente, la emergencia, la sala de espera en una urgencia, etc…. Pero es distinto intervenir en un grupo familiar donde todos se conocen, con un equipo donde todos se conocen, a un grupo de desconocidos unidos por un incidente crítico, a un grupo grande de afectados o incluso a una nación entera afectada por un desastre.
Pero el factor común es que tenemos un grupo de personas afectadas por una crisis, a los cuales queremos intervenir. Y la principal herramienta de intervención es lainformación y la presencia.
La desinformación lleva a la falta de control, la falta de control a la incertidumbre, la incertidumbre a la angustia, y la angustia a la crisis, la irritabilidad, etc…
En grupos pequeños (2 a 25) se podrá realizar en una sala, en grupos grandes (25 a 300) se podrá realizar en un albergue o estadio amplificado, y en grupos masivos (300 a XXX) será a través de medios masivos de comunicación (radio, televisión, etc…)  Una herramienta común es la entrega de panfletos informativos, que depende de la logística disponible.

  •  ¿Cómo intervenimos?

La idea clave es darle a través de una fuente creíble la información esencial que les está causando angustia e incertidumbre a los afectados. Ya sea desde los tiempos de espera en una sala de urgencias, hasta la ubicación de la comida y albergues en desastres. Pasando por el estado  y condición médica de los familiares, o los síntomas que pueden presentar por haber estado involucrado en una emergencia.


                                       
Cuadro 1: Comunicación, Formula simple y efectiva para el proceso de comunicación
                                                                                                    
  1. Sea el primero: Brinde información pronto, si no puede, explique por qué.
  2. Diga lo correcto: Mencione los hechos concretos que hayan ocurrido, desde el principio hasta el momento actual. Esto permite mayor manejo y precisión.
  3. Sea creíble: Diga la verdad
  4. Exprese Empatía: Ponga en palabras lo que la gente siente.
  5. Promueva la acción: Haga sugerencias concretas sobre lo que la gente puede hacer. Las acciones disminuyen la ansiedad.
  6. Muestre respeto.

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Cuadro 2: Contenido esencial, Formula simple y efectiva para el contenido esencial
                                                                                                                                                     
  1. Información: sobre los hechos del evento, desafío inmediato (y control de rumores)
  2. Reaseguramiento: en la medida de lo posible, que se puede esperar un resultado positivo (pero no hagas promesas que no puedas cumplir)
  3. Dirección específica: que acciones hay que realizar, cuando y quién las hará.
  4. Motivación: En la forma de un intento para inspirar psicológica y emocionalmente a aquellos responsables por desarrollar directivas, mencionando la importancia de esas directivas.
  5. Un sentimiento de conexión y apoyo: que aumentará la cohesión grupal

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  •  Conclusión

Los sucesos más traumáticos (las agresiones sexuales, la violencia de pareja, los atentados terroristas, etc.) dejan frecuentemente secuelas emocionales crónicas y hacen a las personas más vulnerables a los trastornos mentales y a las enfermeda- des psicosomáticas (Baca y Cabanas, 2003; Echeburúa, 2004).

Sin embargo, muchas personas se muestran resistentes a la aparición de miedos intensos, de gravedad clínica, tras la experimentación de un suceso traumático y son capaces de retomar la vida cotidiana y de disfrutar de otras experiencias positi- vas (Avia y Vázquez, 1998; Rojas Marcos, 2002; Trujillo, 2002). A un nivel predictivo global, la evolución de los síntomas a la remisión o a la cronificación puede depen- der de la existencia de un trastorno psicopatológico previo, de la percepción de control sobre los sucesos negativos, de la intensidad y gravedad de eventos estre- santes, de la presencia temprana de síntomas disociativos y del apoyo psicológico y social recibido durante y después del suceso traumático (Foa, Keane y Friedman, 2003).

En cuanto al tratamiento, el “debriefing” psicológico es muy popular, pero los resultados obtenidos no son satisfactorios y no está justificada, por ello, su práctica habitual. La terapia de exposición (en imaginación, a los pensamientos invasivos; en vivo, a los estímulos evitados) parece la más efectiva para hacer frente al trauma. No obstante, las personas traumatizadas con niveles muy altos de evitación son muy reacias a exponerse a los recuerdos traumáticos. En estos casos la motivación para el tratamiento e incluso la implicación en tareas terapéuticas dolorosas, como la evocación y exposición a los sucesos traumáticos, sólo pueden darse cuando hay una buena relación terapeuta-paciente y la víctima se siente preparada para ello. La escucha activa en un ambiente tranquilo, de máxima confidencialidad, y la expresión de emociones desempeñan un papel especialmente importante.

Algunas emociones son predictoras de la eficacia del tratamiento de exposición en imaginación a los recuerdos traumáticos. En concreto, el miedo —incluso el horror— responde bien al tratamiento; por el contrario, la ira y la venganza o la culpa responden peor al tratamiento. La reestructuración cognitiva puede ser útil en estos casos como ayuda complementaria.

Un reto de futuro es detectar a las personas realmente necesitadas de trata- miento, establecer programas eficaces protocolizados de intervención para vícti- mas de distintos tipos de sucesos traumáticos e integrar los recursos terapéuticos existentes (Centros de Salud Mental, Asociaciones de Víctimas, asistencia privada, etc.).

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Traducción y resumen:  Dr. Rafael Perez Garcia vía EmergenMedHB

  •  Referencias bibliográficas

1. Amor, P. J., Echeburúa, E., Corral, P., Zubizarreta, I. y Sarasua, B. (2002). Repercusiones psicopatológicas de la violencia doméstica en la mujer en función de las circunstancias del maltrato. International Journal of Clinical and Health Psychology, 2, 227-246.

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3. Baca, E. y Cabanas, M. L. (2003). Las víctimas de la violencia. Estudios psicopatológicos. Madrid: Triacastela.

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6. Echeburúa, E. (2007a). Treatment guidelines for victims of terrorism: a comprehensive approach. En S. Begeç (dir.), The integration and management of traumatized people after terrorist attacks (pp. 108-118). Amsterdam: IOS Press (Nato Science Series). 

7. Echeburúa, E. (2007b). A tres años del 11-M. Criterios de actuación en el tratamiento psicológico de las víctimas de terrorismo. Papeles del Colegio (Infocop), 32, 24-27. 

8. Echeburúa, E. y Corral, P. (1997). Avances en el tratamiento cognitivo-conductual del trastorno de estrés postraumático. Ansiedad y Estrés, 3, 249-264.

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12. Echeburúa, E., Corral, P., Sarasua, B. y Zubizarreta, I. (1996b). Treatment of acute posttraumatic stress disorder in rape victims: An experimental study. Journal of Anxiety Disorders, 10, 185-199.

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17. Lazarus, R. S. y Folkman, S. (1984). Stress, appraisal, and coping. Nueva York: Springer. 

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25. Trujillo, M. (2002). Psicología para después de una crisis. Madrid: Aguilar.

26. Wainrib, B. R. y Bloch, E. L. (2001). Intervención en crisis y respuesta al trauma. Bilbao: Desclée de Brouwer.







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