Fisiología y neurociencia del llanto
Llorar tampoco es tan malo como dicen: Al llorar regulamos algunos componentes internos y controlamos mejor nuestras emociones. Los humanos estamos programados para llorar con diferente intensidad en función de nuestro sexo.
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Para llorar a moco tendido no hay nada más eficaz que sentarse en el sofá a ver la cinta 'El campeón' (1979), una película dirigida por Franco Zeffirelli que, según demostró un psicólogo de la Universidad de California en la revista 'Cognition and Emotion', puede considerarse el film más triste de la historia.
La actividad no podría calificarse de masoquista si tenemos en cuenta que, lejos de resultar dañino, el llanto es un antídoto contra el estrés y la ansiedad, e incluso previene la depresión.
Según demostró William H. Frey, bioquímico en el Centro Médico St. Paul-Ramsey de Minnesota, las lágrimas emocionales que derramamos ante una situación dramática propia o ajena arrastran consigo fuera del cuerpo una buena dosis de cloruro de potasio y manganeso, endorfinas, prolactina, adenocorticotropina y leucina-encefalina (un analgésico natural).
¿Qué quiere decir eso? Se trata de un cóctel químico muy emocional, ya que la alta concentración de manganeso en el cerebro se ha asociado con la depresión crónica, la leucina-encefalina funciona como un analgésico natural y la adenocorticotropina está ligada al estrés y la ansiedad. En definitiva, la finalidad del llanto, tanto si se trata de un simple sollozo como si estamos ante un auténtico berrinche, es expulsar una parte de las sustancias estresantes que dañan al organismo.
Las lágrimas tienen otros efectos colaterales. Neurobiólogos del Instituto Weizmann realizaron un original experimento en el que pidieron a varios hombres que olieran un frasco con una solución de agua y sal y otro recipiente lleno de lágrimas femeninas. Observaron que, tras olfatear, en el cerebro de todos los sujetos bajó drásticamente el nivel de excitación sexual, se redujo la percepción del 'sex appeal' al mirar fotos de rostros de mujeres y disminuyeron los niveles de testosterona en sangre.
La prolactina podría estar detrás de esta respuesta inconsciente de los varones ante el llanto femenino. De hecho, la hormona parece jugar un papel clave a la hora de desencadenar el llanto, y si muchas mujeres lloran desconsoladamente tras alcanzar un orgasmo es, precisamente, debido a que se produce una intensa descarga de prolactina.
De hecho, que las mujeres lloren una media de 5,3 veces al mes y los hombres solo 1,3, como demostró Frey hace unos años, se debe en gran parte a las hormonas dominantes en cada sexo. En concreto, a la testosterona masculina inhibe el llanto, mientras que la prolactina provoca el efecto opuesto.
Los biólogos evolutivos también han hecho un análisis del llanto y han llegado a la conclusión de que las lágrimas son un eficaz mecanismo para mantener los vínculos sociales. "Las lágrimas nublan la visión, bajan las defensas, muestran nuestra vulnerabilidad y hacen que los demás nos perciban como necesitados, aumentando la cohesión del grupo", aseguraba el zoólogo de la Universidad de Tel Aviv Oren Hasson en la revista Evolutionary Psychology.
Hasson añade que, como estrategia evolutiva, las lágrimas fortalecen la cohesión social y la amistad, salvo en culturas, sociedades o circunstancias en que hay ciertos tabúes sobre el llanto. Por ejemplo, llorar en el trabajo está bastante mal considerado.
Que derramemos lágrimas de felicidad también tiene sentido desde el punto de visa científico. Oriana Arago, de la Universidad de Yale, ha demostrado que llorar cuando nos reunimos con seres queridos o nos emocionamos por el nacimiento de un bebé nos ayuda a atenuar y moderar las emociones intensas muy rápido y a hacer que la dicha emoción que nos embarga no nos abrume tanto que nos impida mantener el mínimo autocontrol.
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